martes, 18 de noviembre de 2008

Tapále con tu rebozo Llorona

«Te tocó bailar con La Llorona Carlitos…» Esas fueron las últimas palabras que escuchó mi hermano, mi carnal.

El macho de hueso colorado más macho que caminó por estos laredos, mi carnal, nació de seis kilos y medio, dos de los cuales, así de escuincle, eran nomás puro garrote y huevos. Muchas son sus hazañas y se seguirán contando mucho después de su muerte y de mi propia muerte.

Cerca de las nueve de la mañana, el ruido de la ducha me despertó, me levanté y fui hacia la cocina, pero al pasar por el baño, vi a mi carnal con la Chabela cogiendo bajo el chorro, la Chabela estaba suspendida en el aire, en vilo por la potencia del arma de mi carnal, gozaba en extremo, me vio y me mandó un beso. Me fui.





Al medio día regresé con las provisiones, Chelelo me dio tres cuetes, dos nueve milímetros y una 44 especial. «La de Harry el sucio, es pa' tu Carnal». Mascaras, bolsas grandes, ropa lycra y todo lo que habíamos previsto, «Bonnie y Clide y su mascota» decía mi carnal de nosotros tres. Era la primera vez que íbamos a robar un banco tan grande, en pleno centro de la ciudad, lleno de feria: dólares y dólares. Chabela se encueró y se puso delante de nosotros su lycra… para probar, puta madre que hembra, que tetas, que culo… sólo mi carnal se puede estar chingando una vieja así, que piel más rica, esa partecita que aparece hundidita en el lugar de la columna, ahí justo antes que se empiecen a elevar las pompas, esa partecita es mi favorita.

Cuando la conocí a la Chabela, llevaba un top que dejaba ver toda su cintura y ahí nomás le vi la espaldita y me encantó, me lancé y me la llevé a casa pa’ echarnos unos tequilitas, se estaba nomás dejando, pero nomás tantito, hasta que llegó mi carnal con su ruca y los cuatro le entramos a los tequilas, yo me dormí y me desperté al día siguiente. La Chabela estaba en la cama de mi carnal, cogiendo, como hacen siempre que se despiertan. Me fui.

A eso de las tres de la tarde partimos rumbo al City Bank de la Zona Rosa. Antes de salir de la casa, Chabela se persigno delante de una imagen de Pancho Villa, que, nosotros los bandidos como él, tenemos por santo protector. Repasamos el plan. «Tu te echas a los dos azules de la puerta, mientras yo me echo a los del fondo, y tu mija te quedas en la puerta con el patas de hule encendido, si oyes disparos, entras soltando tiros, salimos los tres y escapamos por el camino a Tamaulipas. ¿Esta claro?». Chabela y mi carnal se besan mojándose con las lenguas toda la boca, aun falta pasar por la “Colonia del Herrero”, el plan se sigue repasando, mi carnal, me sigue dando indicaciones, hay que hacer las cosas de volada, si te entra miedo, nomás aprietas los dientes, chavo, o mejor los huevos, pero eso sí, sin vacilar y nada de pesos, sólo dólares carnalito. Se acerca y me da un beso en la frente y luego me sacude el cabello con cariño, Chabela me mira por el espejo y le correspondo. Son las cuatro, no hay trafico, las calles están queditas, nos ponemos las mascaras y entramos soltando tiros. Entre todo el desmadre de cuetes, caen los azules y, la neta, sin querer, un chavo cajero, mi carnal se queda vigilando que nadie haga nada, mientras yo lleno las bolsas con dólares. Salimos de volada. «Pisale, pisale, pisale» y la Chabela lo hace.

Llegamos cerca de la salida a Tamaulipas. «Pancho Villa y Virgen de Guadalupe, Gracias» Nos bajamos para cambiar de patas de hule y ahí merito. «Te tocó bailar con la llorona Carlitos…» el cuete retumba y la sangre de mi carnal me salpica la cara.



Varias semanas habíamos planeado el robo, pero hace cinco días, una noche que mi hermano llegó bien pedo, la Chabela se metió en mi cama y me despertó mamándomela, cogimos hasta entrada la mañana y después planificamos todo, «cuando cambiemos de patas de hule me echo al cabrón del Carlos» me dijo la Chabela.

Guardé las bolsas con los dólares en el baúl mientras Chabela sacaba las petacas del otro baúl y ahí nomás, antes de encender el patas de hule, le eche un cuete a la Chabela, «los machos no merecen morir así mija…» esas fueron las últimas palabras que escuchó la Chabela. Me fui.

Rawi: Sonora, 20 de abril de 2001.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Parecido a algo más

Cuando tenía 13 años, hubo un concurso de escritura creativa en mi colegio. Aunque este episodio tiene la mala reputación de ser recordado sólo por mí, hay quienes entre ciertas nebulosas recuerdan algo al respecto.
Resulta que había escrito mi primer poema, cuyos dos primeros versos reflejo a continuación:
“rosas, rosas…
rosas rojas, como la sangre de Jesús y de
todos los hombres”
Colina abajo desde ahí. Pero habían algunas luces que hacia parecer, a mi colección de 8 poemas, algo fuera de lugar de los primeros cursos de secundaria (intermedio se llamaba en mis épocas). Así que cuando hube terminado de leerlos delante del tribunal calificador, la profesora de Lenguaje y Literatura sentenció: Buen collage. El profesor de Filosofía de Medio dijo: Las grandes mentes piensan parecido.
Desde luego ambos estaban equivocados. No había nada de gran mente en mis poemas de bautismo literario y desde luego no era un collage ¡era un gran plagio!
Desde esa época que padezco tal estigma, siempre que hago algo, se parece a algo más, ya sean poemas, cuentos o guiones. Lo único que he hecho que no se parece a algo más es mi primera novela (tamaño desastre tiene que ser único para que el Universo se mantenga en equilibrio). En algunos casos después de hacer algo que creo mío, recuerdo donde lo vi por primera vez y en otros casos, alguien me hace saber donde lo vio por primera vez. Así que decidí, conscientemente hacer algo que se parezca a algo más.
Lo hice Voluntariamente.

Me suena…

Al pasante del Gran Poder de 1979
Al muñecudo que me acomodó en la aduana por tres meses
A la dueña del pecado placentero en Villa Fátima
Al docente de la San Andrés que me pidió unos pesos para el 51
A la vieja que vendía las hierbas de la inspiración en la trastienda de su farmacia
Al hombre del Té con Té en la timba y el boliche
A las noches enteras de singani remojado en el botín de Sáenz,
que sabía a ajenjo...
A la hembra de moral distraída del palacio quemado:
a la salud de sus interminables piernas
A la batea y sus caricias amargas
A los 19 días con la mujer que olvidó su estado civil
Al perro de su vecina que se quedó con mi zapato,
cuando el marido volvió
A la oportunidad de librarme de la tristeza de un escritorio
A la ignorancia de la que me libre por no asistir a la escuela
A los tres hombros que me faltan para llenar el poncho de Tamayo
A los remiendos que le falta a mi ropa de aparapita burgués
A esta tos de singani con derby que me muero por toser
Al perro con corbata que heredé de Viscarrowsky
A las noches de la Pérez y su hija bastarda la 21 de Calacoto.
A todas esas causas puede usted atribuirle mi mal
¿Que especialidad me recomienda?


Gracias.

martes, 4 de noviembre de 2008

De regreso, con mis escritos.

Después de haberme extraviado en pensamientos, que han incluido reseñas pseudo históricas, sobre curiosidades, simbolismo y otras cosas secundarias. He decidido volver. Volver atraído por haber visto un par de alas rotas.
Volver porque me encuentro con cierta depresión, pues algunos días faltan para acabar este año y una vez más no he visto mi libro entre mis manos.
Volver porque las sensaciones y sentimientos se contagian, pues se de personas que en este momento sienten como yo, cierta depresión.
Volver pues he leído cosas que me han devuelto la impresión impresionable del mundo que me gusta sentir, ese perpetuo imaginario en que todo lo real se desnuda, para luego vestirse con camuflaje de comedia, de tristeza, de deseo.
Estoy de regreso a mi nido, a mi círculo interior, a aquello que muchas veces me ha servido de celda y de refugio, mis escritos.
A continuación, ofrezco a ustedes, un poema que escribí… para mi musa…



Azul

Y tu: azul
en el lecho,
te tiñes de victoria
celeste
después de haberme matado un poco
después de haberme tenido por arma
y haberte matado un poco conmigo.


Gracias.